Carmelo y el mar

1

Como cada atardecer, la chiquillería del poblado se reúne bajo el baobab para escuchar las palabras de papa Lawali.

2

-Cuando yo era joven salíamos a pescar con la única protección de nuestras piraguas. Nos lanzábamos al mar que en aquel tiempo contaba con tantos peces como hierba tiene la sabana.

-Al regresar-, sigue contando papa Lawali- aquellas cestas repletas de pescado pasaban a manos de las mujeres. Ellas preparaban el pescado para llevarlo a vender, no sin antes haber separado una parte para nuestro consumo. Una vez fritos, todos comíamos los frutos del mar acompañándolos con arroz y patatas cocidas al amor de la lumbre, y lo aliñábamos todo con salsa verde y salsa negra… Pero ahora, ¡ay! El pescado escasea y cada vez es más difícil pescar.

3

La voz de papa Lawali es un puro lamento. Pero los niños no entienden de esas cosas y menos Kala que sin pensarlo le interrumpe con un:

-¡Bah! ¡Me voy a la playa! ¿Alguien quiere echar una carrera a nado?¡A ver quien llega más lejos!

La chiquillería se levanta guiados todos por un mismo clamor: ¡Vamos a nadar! Han dejado el baobab atrás. A todos les gusta nadar tanto como escuchar a papa Lawali.

4

Carmelo es un joven pescador que hoy sale por primera vez a pescar junto a sus compañeros de embarcación. Se ha enrolado en la flota pesquera que trabaja en aguas africanas mar adentro. Los barcos vienen de lejos para faenar en este mar. También Carmelo viene de lejos y esta es la primera vez que se acerca a estas costas.

5

El trabajo de Carmelo, así como el de sus compañeros de profesión, consiste en echar las redes al mar para, parapetados en la cubierta de la enorme barcaza, arrebatar grandes cantidades pescado.

Una vez izado a cubierta, el fruto del trabajo de estos valientes muchachos será aprovechado por las grandes compañías pesqueras que de este modo verán crecer más y más su negocio.

Mientras el mar cada vez se empobrece más. Pero esto, de momento, no es motivo de preocupación para Carmelo y los demás pescadores.

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Y cuando más enfrascados estaban en la faena… de pronto, unos cuerpos extraños se cuelan inesperadamente entre las redes. ¡Un niño y una niña!

Y es que la impetuosa Kala ha rebasado la línea que separa las aguas, penetrando en la zona destinada a las barcazas y ha caído presa de las redes, como un pescado cualquiera.

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Su amigo Samba ha seguido la misma suerte. Y ahora los dos han sido izados a cubierta en compañía de enormes cantidades de pescado que los dos chiquillos se apresuran a apresar con sus pequeñas manos.  

¿Cómo no lo iban a hacer si nunca habían visto tales cantidades de pescado? Además, últimamente este alimento escasea en el poblado.

8

-¡Hay que devolver este par de chiquillos inmediatamente a tierra! – ruje el capitán -.¡Carmelo, ocúpate de ellos!

Obedeciendo las órdenes del capitán, Carmelo enfila la lancha con Kala y Samba a bordo. Los niños tienen prisa por regresar junto a los suyos. Entre sus manos todavía queda algún que otro pescado.

9

Al tocar tierra firme, Kala y Samba salen disparados hacia la sombra del baobab. Quieren que todo el mundo escuche su aventura y vea el tesoro conseguido.

Carmelo ha dejado al lancha en la orilla y se adentra tras los niños. Quiere estar seguro que han llegado a su destino. Llega justo a tiempo para escuchar la voz enojada de papa Lawali.

–¡Ajá! ¡Malditos marineros que expolian el mar, roban su riqueza y nuestro sustento!

-Eh…Yo…- consigue balbucear Carmelo tratando de justificarse.

10

Kala y Samba se quedan sin respiración. ¿Cómo es posible que papa Lawali culpe de todos sus males al marinero que los ha traído a tierra?

¡Sin duda, papa Lawali se está comportando injustamente con Carmelo! ¡Han de hacer algo!

11

Pero Carmelo no escucha, no atiende. Está tratando de entender las raíces de la cólera del venerable anciano. Su pensamiento vuela hacia la enorme barcaza en la que se enroló y que, día tras día, se afana pescando sin tregua en este mar tan cercano al poblado, tan importante para el sustento de su gente.

Y se pregunta si este desmesurado afán de pescar sin descanso no terminará con la rica fauna marina que durante siglos ha permitido saciar el hambre de tantos poblados de África.

12

Han transcurrido muchas lunas. Tantas, que Carmelo casi no recuerda cuando tomó la decisión de no regresar a bordo de la barcaza, al lado de sus compañeros pescadores.  

Ahora él junto a Kala y Samba y los demás habitantes del poblado comparten no sólo la sombra del baobab, sino un mismo deseo:

¡detener la destrucción del fondo marino!